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Breflexión: regalo espejos de tiempo

Agosto de 2009


Según voy avanzando en mis reflexiones, breves o no, me doy cuenta de que los seres humanos cometemos un error crucial derivado de nuestra mala relación con el tiempo. Los científicos saben muy bien que el tiempo es un concepto muy complejo, pero basta con intentar explicarle a un niño cómo funciona un reloj para darse cuenta de que el ser humano siempre ha tenido conflictos con este concepto.

Así, en la esfera sólo hay 12 números o rayas, y sin embargo el día tiene 24. Pero entre raya y raya, lo que transcurren son cinco minutos, que multiplicados por las 12 dan 60 minutos y además lo dividimos en cuartos y medias... por si esto fuera poco, lo que sí se divide en 12 de nuevo es el año, pero esta vez los días no son unidades de cinco, sino de 30, pero no todos los meses son de 30 días, sino que hay algunos de 31 y otros de 28 o 29 en función de que hayan transcurrido o no un múltiplo de cuatro, pero las estaciones del año son cuatro, etc.... Es decir, a veces contamos en base 24, a veces en base 12, a veces de base 60, a veces en base 4 y a veces en base 30, pero no siempre 30 sino que también 28, 29 y 31. Y casualmente, nunca usamos la base 10, que es la base que utilizamos para el resto de las medidas.Para muestra un botón.

Resulta difícil de explicar por qué el ser humano ha construido una descripción tan compleja alrededor de algo que no existe: el tiempo; el tiempo no es más que una construcción mental derivada del movimiento. No obstante, lo que resulta evidente es que el tiempo y el ser humano no mantienen una relación fluida.

Quizá por ese motivo, cuando nos miramos en el espejo todas las mañanas, lo único que vemos es lo que somos hoy y llegamos a creernos que eso es todo lo que somos. Se nos olvida todo lo que fuimos y rehuimos pensar lo que seremos. Este hecho carecería de importancia si no se diera el caso de que las sociedades las construyen, las controlan y las dirigen personas que están dentro del rango de lo que podríamos denominar edad adulta: entre 30 y 65 años. Este es el mismo rango de edad en el que aproximadamente cobran fuerza las ideas de los filósofos y las filósofas, y esas ideas se proyectan pensando sólo en la imagen que refleja el espejo cada mañana. Casi ninguna persona, incluidos los filósofos y las filósofas, reflexiona teniéndose en cuenta a sí mismo como un continuo en el tiempo en el que se incluyen experiencias, realidades y situaciones que se han dado desde el momento de nacer (o incluso antes) hasta el momento actual, y en el que es previsible que se den una situaciones, realidades y experiencias que son imprevisibles, pero que no distan tanto de lo que les ocurre a nuestros propios mayores.

Si nos viéramos en el espejo como ese continuo en el tiempo, recordaríamos que cuando nacimos no veíamos, no hablábamos, escuchábamos con dificultad, no desplazaban en sillas con ruedas, vivíamos en situación de dependencia mientras, sin saberlo, aspirábamos a la independencia, etc. Si nos miráramos en ese espejo, descubriríamos la esencia de lo que es ser humano: la fragilidad. Y si fuéramos capaces de anticipar el futuro, algo que es imposible pero que no es tan difícil de intuir, veríamos en ese espejo que, si vivimos lo suficiente, nuestros sentidos volverán a flaquear, nuestras sillas volverán a tener ruedas y volveremos a vivir en situación de dependencia. En el futuro veríamos de nuevo la esencia que ya descubrimos en el pasado: la fragilidad. En ese espejo, se vería claramente que nuestra capacidad de raciocinio, nuestra independencia, nuestra agudeza visual y auditiva, etc., es decir todo aquello por lo que hoy en día definimos y valoramos al ser humano, no es más que un espejismo temporal; un espejismo temporal sobre el que erróneamente construimos nuestras sociedades.

Como consecuencia de esa construcción errónea, pagamos un precio muy alto por vivir cuando ya no estamos en ese edad adulta, especialmente en la parte final de nuestra vida, o antes, si es que el azar nos recuerda nuestra fragilidad a deshora por accidente o enfermedad. Aquellos que descubrimos nuestra fragilidad a deshora tenemos dos opciones: aspirar a poder vivir de nuevo de un espejismo o disfrutar de lo que siempre ha sido nuestra esencia: la fragilidad, y recordar al resto de los seres humanos que la imagen que ven en el espejo cada mañana es un espejismo y que necesitan un espejo distinto, un espejo de tiempo.

Por eso, vendo espejos de tiempo, los vendo gratis porque basta con leer estas líneas para tenerlos; y para que sean tangibles bastará con que cada ser humano ponga en el espejo, en el que se mira cada mañaana, una foto de cuando fue bebé y una foto de su abuelo o su abuela. Con este truco tan fácil, nuestra fragilidad será reflejada en nuestra mirada cada mañana y podremos construir una sociedad basada en unas ideas que nazcan de la realidad esencial del ser humano, no de un espejismo temporal.

La construcción social basada en el espejismo es la que tenemos ahora. Estamos a tiempo de construir una sociedad basada en la realidad de la humanidad.



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